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Intervención del Coordinador Miguel Ángel Osorio Chong

Por Jaime Arizmendi

-Con su permiso, presidenta diputada de esta Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.

-Compañeras y compañeros legisladores.

-Señor gobernador del estado de Guerrero.

-Señores exgobernadores.

-A los líderes de las diferentes fuerzas políticas de nuestro país.

-A la coordinadora y coordinadores de los grupos parlamentarios.

-Señora alcaldesa.

-Compañeras y compañeros legisladores.

Argonmexico / Sí, hoy es un día muy triste para nuestra República, que ha perdido a un gran hombre. Y es un momento doloroso para quienes conocimos a René, porque nos falta el compañero, el amigo, el hombre de Estado. A su familia, a su esposa Vicky, sus hijos René, Ana Marcela, María René, Carmen Andrea, Carlos Emiliano, Ricardo, Mariana y Atenas, y a sus nietos, un abrazo solidario, porque faltará el refugio de un padre, compañero cariñoso, un ser excepcional. De una colonia popular, La Laja, Acapulco, hijo de la escuela pública, y orgulloso afromexicano, como el gran presidente Vicente Guerrero. René Juárez comenzó su carrera en el servicio público como “peón de pico y pala” en la entonces Secretaría de Obras. Parecía una metáfora de lo que sería su vida, porque siempre se distinguió por plantarse con esa fuerza física y de espíritu tan suya, para vencer la adversidad.

Decía: “soy afromexicano, de origen y negro por los rayos del sol de trabajar toda, toda mi vida”. Así decía. Y vaya que lo hizo, desde muy corta edad, desde niño, recorrió el puerto buscando salir adelante. Nada, absolutamente nada se lo regalaron. Para René, la humildad no era sinónimo de debilidad, sino de fortaleza. Así es como se forjó una carrera en la vida pública. Fue un alcalde como contados ya hay, que con lo pequeño construyó grandeza. Hizo mucho con poco. Sentó las bases para modernizar su amado Acapulco, y hacerlo ese lugar en el que hoy tantas familias mexicanas tenemos una historia que contar. Como legislador en la Cámara de Diputados y de Senadores, fue un debatiente certero y un dialogante permanente, de reflexión profunda. Siempre en contra de las imposiciones. Siempre listo y abierto al diálogo, defensor de las minorías, de la tolerancia y del respeto entre pares. Su sello fue y será la congruencia y la integridad.

Gobernador de una sencillez que irradiaba carisma, entendía el valor de la planeación, y valoraba la visión de largo plazo. Como el hombre de Estado que era, atendía la coyuntura, pero pensando en las generaciones por venir y en los proyectos que permanecen. Tuve el gran honor de que trabajáramos juntos, y la gran oportunidad de verlo en acción. Atento y comprometido, para él, todas las horas eran horas laborables. De lo que más me queda, de lo que nunca me dejó de impresionar, fue la sensibilidad que demostró en el sismo de septiembre del 17 que afecto en lo particular al estado de Oaxaca. Con sensibilidad y cercanía, René se multiplicaba por todo el Istmo, porque ante la adversidad, salía y se crecía el verdadero René. El cercano, el humilde, el que sabía escuchar, el del actuar más eficaz. No había problema que no pudiera resolver. Ante la tragedia que nos sacudió, su generosidad y solidaridad eran cobijo.

Y esa misma generosidad y solidaridad, eran fundamento de su visión para México. Decía que nacidos en la pluralidad, estábamos llamados a construir la unidad. Sabía que la diversidad no es impedimento, sino palanca de desarrollo. Él nunca, nunca imponía. Él convencía. No dudaba que la prosperidad de nuestra nación, solo podía ser fruto de la confianza y la reconciliación social. Confianza y reconciliación que se construyen, se visualizan, y solo son posibles, él lo decía, con resultados que logren oportunidades en igualdad para todas y para todos. Le indignaban la injusticia, la desigualdad y el abuso de poder. Proveniente del sur, comprendía que el Estado de Derecho, tenía que reflejarse en un estado de derechos. Sabía que no había atajos, y que esa era la ruta para llegar a un México de libertades, y así contrarrestar el peligroso desencanto con la democracia.

Entendía que generar bienestar social requiere articular voluntades, talentos y capacidades en torno a metas compartidas y una visión consensuada. Conoció por experiencia lo que era la exclusión, y sus consecuencias nefastas. Por ello nunca dejó de luchar por un México incluyente, donde el porvenir de una persona no fuera una variable de su lugar de nacimiento. Siempre aseguraba, y lo demostró con su propia historia de vida, que era más grande la fuerza de nuestra gente y el orgullo de ser mexicanos, que cualquier infortunio o circunstancia adversa. Y actuaba en congruencia, René Juárez honró la palabra, dignificó la política y dio resultados. Tenía el don de distender y solucionar conflictos. Hacía, hacía buena política. Como dirigente de partido, en las más difíciles circunstancias, nos dejó lecciones que aplican para cualquier instituto político.

Lejos de la soberbia, reconocía que las militancias son más grandes y mejores que las dirigencias. Así se debe de entender siempre. Más militancia, menos dirigencia. Reconocía también que la visión y la acción, tenían que ser dos rieles de una misma vía. Fiel a su vocación, en esta LXIV Legislatura, fue factor de certidumbre y de gobernabilidad. Fue un coordinador parlamentario con la claridad de que las soluciones tienen que estar por encima de las confrontaciones, y de que sin unidad y reconciliación no puede y no existen horizontes posibles.

El tiempo nos hizo compañeros de lucha y la vida, grandes amigos. Siempre tuvo una palabra de aliento en los momentos difíciles. Siempre participó con alegría de los éxitos ajenos, como si fuesen los propios. Ejerció la empatía como virtud, no como obligación. Su amistad era fuerza para quienes estábamos cerca de él. A sus hijos, a su esposa y a toda su familia, nuestro cariño y profundo aprecio. A sus amigos y colaboradores mi solidaridad plena. Y a sus compañeras y compañeros legisladores, nuestro respeto y estima por reconocer su liderazgo. Su cuerpo habrá partido, pero su legado permanecerá. Porque hay hombres que nunca mueren, y tú, querido amigo, eres uno de ellos. A René Juárez, estoy seguro que todas y todos, le vamos a extrañar. Muchas gracias.