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El México Macabro

 

Por Adriana Heredia / Argonmexico

A veces yo también quiero llorar, sentarme en el sofá y la cabeza agachar, y con las manos sostener mi frente, y de vez en cuando una lágrima derramar… así como este primer fragmento de mi poema “Yo también quiero llorar”, se desgarra el alma al ver de vez en diario las noticias que nos pintan el México ensangrentado, el de los nombres que ya no se dicen más en las familias porque están desaparecidos, el de las fosas clandestinas llenas de cuerpos, de las policías corrompidas, de las autoridades ciegas y de los políticos coludidos.

Es el México que no quisiera ver, y que muchos envueltos en sus actividades cotidianas no quieren voltear a ver, el que nos esconden los gobiernos y de pronto aparecen como cascada de injusticias que a veces todos callamos por miedo al dolor y a la impotencia que desatan las propias autoridades impartidoras de la justicia que se queda en injusticia.

Esta semana fue Veracruz, el estado que dio la noticia que pareciera ya no ser noticia, un hecho que se vuelve repetitivo, hallazgo masivo de cráneos y cuerpos desmembrados, partes de un cuerpo que un día tuvo vida pero que al verlos pareciera más muerto el asombro que el propio descubrimiento, sí, hemos perdido esa capacidad del ser humano de asombrarnos por este tipo de hechos ¿ya nos acostumbramos a este México?.

La realidad nos dice que sí, que ya estamos acostumbrados a este tipo de noticias, que ya no nos importa si son nuestros vecinos o nuestros familiares los desaparecidos, que los muertos sean de uno o de otro estado, que da igual si los secuestran, si los acribillan, o si nunca jamás volvemos a saber de ellos, sí este es el México en el que vivimos, es el que hemos construido junto a las autoridades y a nuestros vecinos, compañeros de trabajo y la propia familia.

Ya no nos llama la atención que en Veracruz encuentren 47 cráneos en inhumaciones clandestinas de ocho sitios que se suman a los 252 encontrados en 120 fosas clandestinas más, porque lo mismo sucedió en Tamaulipas, y antes en Michoacán, también en Chihuahua y Sinaloa, simple y tristemente, dejó de ser noticia para ser parte de la cotidianidad  de los mexicanos.

Sólo las familias que lloran su pena tienen un poco de sensibilidad ante la localización de cuerpos, y a veces con la justificación de “andaba mal” se calma un poco la pena del familiar que ya no llora y lo único que aclama es dar la cristiana sepultura, y esto es sólo en los casos de los desaparecidos cuya estadística institucional es tan falsa por la sencilla razón del temor de muchos mexicanos que no denuncian la desaparición de sus familiares.

Nos asombrábamos cuando veíamos los hallazgos de cuerpos desmembrados en la antigüedad cuya justificación era y sigue siendo atribuida a los rituales de las razas prehispánicas, me pregunto qué dirán las futuras generaciones dentro de cien años, cuando una de esas fosas perdidas sea descubierta. Este es el México en el que estamos viviendo, en el cual todos estamos en la mira, sí, usted y yo también…