ColumnasDestacadosDevaneos (Ma. Elena Maldonado)

Devaneos

Por María Elena Maldonado

* Adolfo Castañón

He tenido la suerte de conocer y tratar a este hombre dedicado a las letras, nacido en 1952, tiene

66 años y el mismo dice que parece de muchos más, será porque no se ocupa de sí mismo, es un hombre sencillo, silencioso que le da poca importancia a pasar sin ser reconocido. Silencioso hasta que le abres la puerta para que comparta sus conocimientos. Carga siempre un portafolio, pues se acompaña permanentemente de sus libros, sus apuntes. Obviamente lo más importante lo lleva en su mente: sus experiencias, sus lecturas, todo ese bagaje con el que crea sus ideas que pronto serán libros o simplemente una gozosa conversación en la que nos conducirá por un recorrido de varios capítulos de la historia literaria.

Este sábado pasado -26 de enero- en nuestra reunión de lectura y escritura con mi amigo y maestro Fernando Corona, tuvimos el obsequio de una larga conversación con Adolfo, nos llevó por sus talleres de literatura con los grandes, en su relato se escuchan la familiaridad que tuvo con

Huberto Batis, Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Augusto Monterroso, Octavio Paz, José Emilio

Pacheco… obviamente hablamos de Alfonso Reyes al que le ha dedicado gran parte de sus publicaciones, a través del estudio concienzudo de su vida y obra. Igualmente lo ha hecho con

Octavio Paz y Michel de Montaigne, este último en menor cantidad.

Ha sido premiado y reconocido en múltiples ocasiones; el último fue el Premio Alfonso

Reyes creado por Francisco Zendejas en 1972, “por su amplia trayectoria en diversos géneros de la escritura y por difundir la cultura humanística universal”, detalló el Instituto Nacional de Bellas Artes en un comunicado.

En su momento en un artículo de Virginia Bautista en Excélsior, Adolfo Castañón declaro acerca de este reconocimiento: Alfonso Reyes ha sido “un maestro, un amigo, un tutor y un consejero; pero también una brújula, un enfermero, una tabla de salvación y un paño de lágrimas”, afirma sin dudar el narrador, ensayista y poeta Adolfo Castañón.

El jurado decidió otorgar por unanimidad el premio a Castañón por su entrega absoluta y vitalicia al ejercicio de las letras como bibliófilo, poeta, cuentista, ensayista, cronista, historiador y crítico de la literatura”, apuntó. Que durante 40 años ha estudiado a Reyes, quien más se ha merecido precisamente este galardón.

Contento y agradecido, el también editor explica que se siente “misteriosamente acogido” por este galardón. “Todas las personas que lo han recibido están en mi biblioteca, he leído su obra y con algunos he compartido momentos únicos. Me hace sentir como en casa. Si me hubieran designado para otro premio, a lo mejor me hubiera sentido raro; pero a éste lo siento familiar. Sé de dónde viene. Me siento comprometido a seguir trabajando en el mismo derrotero; o sea que si ya de por sí tenía cuerda, ahora más.

El premio es patrocinado por la Secretaría de Cultura, a través del INBA, en colaboración con el gobierno de Nuevo León, la Universidad Autónoma de Nuevo León y la Sociedad Alfonsina

Internacional, que lo entrega desde 1973, cuando lo recibió Jorge Luis Borges. Ha reconocido a figuras literarias de la talla de Marcel Bataillon, Juan José Arreola, Harold Bloom, George Steiner,

Mario Vargas Llosa, Margit Frenk y Alberto Manguel, entre otros.

José Luis Martínez (1918-2007) Le dio la bienvenida el 31 de octubre de 2005 como Miembro de

Número en la silla II a la Academia Mexicana de la Lengua.

De su discurso transcribo lo que me ha parecido más sobresaliente sobre la obra de Castañón:

“Hasta antes de esta ocasión, creía que Adolfo era exclusivamente un buen cronista de libros, por su excelente Arbitrario de la literatura mexicana, Paseos I (1993), y, en algunos casos, creía que ampliaba sus reseñas de libros en libros como los dedicados a Alfonso Reyes y a Octavio Paz. Luego descubrí la serie de libros en torno a Montaigne, que me gustó mucho. Pero ahora que he recibido la mayor parte de su producción —porque hay algunos agotados—, sé cuánto ha hecho y en cuántos géneros ha trabajado.

Entre los treinta y tantos libros de Adolfo Castañón, ¿cuáles prefiero? Comencemos por enumerarlos por grupos y por orden de aparición: 1. Ensayos varios, 2. Alfonso Reyes, 3. Crítica literaria, 4. Versos, 5. Montaigne, 6. Viajes y 7. Cocina.

Cada uno de estos siete grupos tiene sus culminaciones. El de ensayos, los libros de El pabellón de la límpida soledad y La batalla perdurable, por ensayos como Lo opaco Los signos de Interrogación el sensual Luna de octubre y el arreolesco  El asedio el libro sobre Alfonso Reyes: Caballero de la voz errante(1997), por sus capítulos Ley de Reyes ;El lugar de Alfonso Reyes en la literatura mexicana  y Nueva visita a la poesía de Alfonso Reyes Los libros que ha escrito Castañón de crítica literaria —Arbitrario de la literatura mexicana (1993), La gruta tiene dos entradas (1994) y América sintaxis (2000)— tienen por subtítulo Paseos (aunque este último no lo tenga, y el Paseos III lo lleva El jardín de los eunucos, 1998, que es un misceláneo) y contienen estudios literarios, de México, el primero; del mundo, el segundo; y de Latinoamérica, el tercero, con un total de 145 artículos, más algunos estudios generales. En Umbral; de América sintaxis dice Castañón: Si Europa es gramática y Asia semántica, América es sintaxis, es decir relación;; y en el artículo sobre Voltaire (de La gruta…) dice;La suya es una sabiduría hecha de humillaciones propias y ajenas; iba su palabra a ras de tierra mientras él se dormía en los brazos de la razón con la sonrisa confiada del niño en el seno. ; Y en el ;Umbral; de este mismo libro nos dice que; contiene paseos cuya unidad es la de las intermitencias críticas de un lector curioso que va de voz en voz en busca de amistad y afinidad fuera de las fronteras naturales de su país y continente;.

Es pues Adolfo Castañón un crítico que ama la literatura y que busca en ella nuevas amistades. Él no es un censor sino un amigo entusiasta de las letras. Sigamos adelante con el escrutinio de los libros. Acabamos de curiosear el 3 y sigue el 4: Versos.

Además de los poemas breves, Adolfo Castañón ha escrito un repaso de su vida, en versos libres, Recuerdos de Coyoacán (1997). Y, además de esta autobiografía en verso, Castañón escribió un año después, en 1998, un extenso poema, también en versos libres, que tienen algo de versículos, intitulado Tránsito de Octavio Paz (1914-1998), y que dedicó a su viuda Marie-José Paz.

Llegamos a Montaigne, 5. La mayoría de los aficionados a los Ensayos de Montaigne nos contentamos con leerlo, y considerar con interés su país, su castillo, su torre, su casa y las inscripciones en las vigas del techo de su biblioteca. Las considerábamos con curiosidad y simpatía como el escenario de los Ensayos. Pero Adolfo Castañón hizo algo más: viajó en Francia hacia Burdeos y de allí al sitio ahora llamado;Michel de Montaigne;, y cuando se compenetró de aquel mundo, escribió, ampliando cada vez las noticias de estas reliquias. Comenzó en 1995 en los Cuadernos de Montaigne y luego en el libro llamado Por el país de Montaigne, que en la cuarta edición de Paidós (México, 2000) incluye la bibliografía comentada, la hemerografía, la;cadena montañesa;, las;sentencias de la torre; y las ilustraciones posibles. En uno de estos textos;En la torre de Montaigne;), Castañón expuso con claridad el pensamiento del autor de los Ensayos:

Montaigne, el filósofo de la sobriedad, el hombre que hizo de sí mismo y de su obra un antídoto o contraveneno para cualquier clase de borrachera —religiosa, política, literaria, erótica, intelectual, privada o pública— sin ceder un ápice, ni al fastidio ni al tedio…

Además de esta edición, que recomiendo, hay otro tomito, Michel de Montaigne, De la experiencia (UNAM, 2000), que recoge la traducción y las notas de Constantino Román y Salamero, con un buen comentario de Castañón.

La sexta y penúltima sección de los libros de Adolfo Castañón es la de Viajes. Está contenida en un libro llamado Lugares que pasan (México, Conaculta, 1998) y está agotado. Es un precioso libro.

Cada uno de sus quince capítulos se refiere a una ciudad de América y de Europa y tratan de describir el carácter de cada una. El;Diario del Delta;, que narra el viaje por el delta del río Orinoco en Venezuela, es especialmente interesante y me recuerda la excursión que hizo por esos rumbos el sabio Alejandro de Humboldt.;Madrid, Madrid; señala el carácter singular de los madrileños que adoran su ciudad.; De la soledad a la saudade; incluye un precioso texto sobre la ciudad de Sintra.

Y;Octavio paz: un premio para Estocolmo; es una excelente crónica del Premio Nobel que recibió nuestro poeta.

El séptimo y último grupo de los libros de Adolfo consta ahora de un solo libro, Grano de sal, que ha tenido tres ediciones. La primera; manuscrita, ilustrada y limitada de 1996, que quisiera al menos conocer; la segunda, de 1999, ;corregida y aumentada;, de Breve Fondo Editorial; y la tercera;nuevamente corregida y aumentada;, de Editorial Planeta, de 2000, y cuya copia xerox poseo. Sin embargo, destinado a incluirse en un proyectado Ensayo mexicano contemporáneo, guardo un recorte, que aprecio mucho, de un precioso ensayo de Adolfo Castañón que es el origen de sus tres descendientes. Se llama también;Grano de sal; y se publicó en una revistita de corta vida que publicó el FCE: Azteca, núm. 32, febrero de 1993. Cuando le conté a Adolfo mi propósito me dijo que esperara a ver el libro que se originó de este ensayo. El libro, lo afirmo, es el mejor de los que ha escrito mi amigo, pero sigo guardando el ensayito inicial para mi antología proyectada.

Y para despedirnos me limito a mencionar al menos dos de sus libros olvidados: El jardín de los eunucos. Paseos II (coedición de la Universidad Autónoma de Nuevo León y el Conaculta, 1998), del que ya se mencionó que lleva al frente una dedicatoria cariñosa al bibliófilo don Jesús Castañón, padre de Adolfo, y ahora añado que el resto del volumen es de ensayos sobre temas editoriales, profesión del autor. Y el otro libro es uno pequeño pero lleno de inteligencia y de amor, dedicado al Fulgor de María Zambrano, la filósofa española (Ediciones Sin Nombre. Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, 2002)”

Decidí poner la enumeración –casi toda- de José Luis Martínez, para dar una idea de la obra de

Adolfo Castañón, al que hay que dar a conocer. ¡Días y lecturas felices!