Exponen en la Cámara de Diputados Segunda Parte del Curso: “La Metamorfosis de un Proceso”, de Franz Kafka
Jaime Arizmendi
*A 100 años del fallecimiento del escritor, su obra es indestructible: Erick Jafeet
Argonmexico / La Dirección de Bibliotecas de la Cámara de Diputados, a cargo de María Vázquez Valdez, ofreció la segunda parte del curso: “La metamorfosis de un proceso”, impartido por el maestro Erick Jafeet, acerca de la obra de Franz Kafka, a 100 años de su fallecimiento.
Al dar la bienvenida, el subdirector de Bibliotecas de este órgano parlamentario, Juan Ignacio Alvarado Castellano, resaltó la importancia de este curso para continuar abordando la vida y obra de dicho autor, por ser éste el año cuando se cumple un siglo de su partida.
Por su parte, el catedrático de la Universidad de Guadalajara y autor de diversos libros, Eric Jafeet, afirmó que Kafka antes que todo fue un “deconstructor”, toda vez que sus obras constituyen una nueva forma de lenguaje, de pensamiento, de inteligencia, de cómo vemos y vivimos la realidad.
Lo anterior, dijo, nos hace dar cuenta de que mucho de lo que pensamos es incierto; por ejemplo, cuando decimos que somos bien buenos para todo, no es lo que en verdad hacemos, lo que hace que los demás nos vean como comunes y corrientes; por ello, es en esta faceta donde el autor comienza a ser un gran deconstructor.
Destacó que la muerte de Kafka se tradujo en la obra más emblemática de todo un siglo, que ha sido llamada visionaria, vidente, profética, aquella que anunció lo que sucedería un siglo después y que hoy en día se está viviendo. Incluso, se le adjudicó el Holocausto, ya que fue el visionario del genocidio perpetrado por los nazis, y anticipó la tortura de las dictaduras que se dieron a lo largo de los años.
Una de sus grandes frases fue: “hagamos lo que hagamos, siempre será lo que no debemos hacer”, lo que resulta irónico de Franz Kafka, ya que alguien que dedicó enteramente su existencia a la literatura se sentía fracasado, que su obra estaba inconclusa, que era impresentable y, por ello, a un mes de cumplir 41 años y sabiendo que iba a morir, le pidió a su albacea literario que destruyera toda su obra.
Esto significa que Kafka era tan autocrítico y tan poco complaciente que siempre buscó la verdad, por lo que al pedir que se deshicieran de sus textos estaba siendo demasiado honesto consigo mismo, porque sabía que la obra era impresentable y estaba inconclusa.
Lo que no sabía él, añadió, es que ese gesto se tornaría de lo más irónico posible, porque alguien que se dedicó en cuerpo y alma a la literatura, ésta le devolvería ese favor; es decir, que su obra era indestructible por sí misma, y aunque alguien la hubiera destruido, su mejor amigo la habría hecho perdurar.