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Por Francisco Rodríguez
Argonmexico / Dos años… y el país ya está hecho polvo
Al cumplirse dos años de gobierno lo único seguro es que la crisis está instalada. Se espera la debacle. La línea dura de las luchas contra la corrupción y la inseguridad se transformó en amenazas hirientes, fracaso del sistema de justicia, abdicación del Estado y encubrimientos a caciques, familiares, favoritos y cercanos al poder.
Esto ha sido la Cuarta Decepción. La crisis instalada en México tiene otros indicadores: el aparato publicitario de Morena sufre irreparables averías, se desfondó el nivel de aceptación y lealtad entre los conspicuos militantes que organizaron y promovieron el voto, las antiguas muchedumbres ya no responden a convocatoria alguna, incluso ahora se han convertido en multitudes exigentes, contestatarias incluso.
Ya no se habla de la urgencia de llevar a cabo el plebiscito para la revocación del mandato, porque hay señales evidentes de que esa vara está muy alta para poder brincarse. Existe la duda por el destino del voto para la próxima Cámara de Diputados y para los 15 estados que deberán pasar a la báscula del sufragio popular.
La crisis de liquidez es profundamente seria y no está el horno para bollos El país está ubicado dentro de los anaqueles de lo no resuelto. Las omisiones pronto pasarán factura a los electores que votaron por un cambio que nunca llegó. En lugar de justicia, los grandes delincuentes recibieron un cheque en blanco y la autorización para seguir haciendo de las suyas.
La felicidad prometida se convirtió en amargura y resentimiento
El modelo de desarrollo esperado, el que iba a privilegiar las actividades agropecuarias y los procesos productivos fue sustituido por una cadena de ocurrencias insensatas y de promoción de lo vacuo, cargado de publicidad anodina, de virtudes salvíficas, simplemente anodinas y peligrosas para el futuro inmediato.
La gobernabilidad que resultaría del buen gobierno fue tirada al caño. Hoy en México se rinde culto a todo aquello que atente contra el sentido común y contra el estado social y democrático de Derecho. Hablar del control interno, de la independencia y de la soberanía sería demasiado.
Se perdió el poder y el poco respeto que quedaba para su ejercicio digno. No hay formas ni fondo. La felicidad prometida se convirtió muy pronto en amargura y resentimiento. Las bravuconadas y dicterios ya perdieron su impacto inicial, al comprobar que los peores son premiados y los justos aplastados. Los vocingleros no asustan a ningún parroquiano.
La relación de respeto e institucionalidad con los estados miembros del pacto federal, por los suelos. Lastimados por las transferencias de fondos a modo para las obras faraónicas estrella, de las que pocos pueden definir sus alcances. Y motivaciones, fuera de sueños pueriles. Las entidades vagan dentro de un callejón sin salida.
La 4T, una ilusión óptica que nadie supo a ciencia cierta qué fue
Lo único que quedó de la Cuarta Transformación fue sólo ruido, desesperación y venganzas. En el anecdotario chusco de las infamias, pasó a formar parte de esas puntadas hirientes que definen un sexenio de carpa bufa, pletórico de dislates y despropósitos. Uno más en la larga lista de gobiernos decepcionantes y ridículos.
Durante dos años se ha gestado en el imaginario colectivo la llamada Cuarta Transformación, una especie de ilusión óptica que nadie supo a ciencia cierta qué fue. El feto nonato ha sido abortado desde antes de la pandemia, contra todo pronóstico de sus promotores, ocurrentes y paniaguados.
La Cuarta Transformación había prometido el parto de los montes. Parió puros ratoncitos. Desde ahora los indeseables serán todos aquellos que no tengan culpa, pues éste será el peor delito. Regresó la Corte de los Milagros. Todos a la cárcel van, menos los que deberían ir desde hace mucho tiempo, el tiempo perdido por la Cuarta Decepción.
La corrupción formó parte del ADN de la Cuarta Transformación
Triunfaron la economía ficción, la impunidad gerencial, la manera de hacer gobierno desde la ventaja del dinero o del patíbulo. Aquí sólo a pensar en grande, para ganar en grande. Pero un gobierno que no actúa para servir no sirve para actuar y para nada. Podría ser la lápida de esta catarata de insensateces. La corrupción formó parte del ADN de la Cuarta Transformación.
El aumento inusitado del poder del narcotráfico, la masacre cotidiana sobre víctimas inocentes que ya acumula en dos años cantidades dantescas de cadáveres ejecutados y masacrados, el avasallamiento de las garantías individuales y sociales, la rapiña desenfrenada, son producto de una corrupción endémica, cuyos ejecutores deberán ser juzgados.
Somos, en dos años, un país en medio de una guerra civil no declarada oficialmente. Previamente, México fue sometido a un proceso de depredación, arrase de sus activos, de sus recursos monetarios y presupuestales, al asesinato de conciencias lúcidas con cargo a nuestros impuestos, por eso hoy el país enfrenta una crisis de grandes proporciones.
Palos de ciego e hipocresías, populismo demagógico de derecha.
En dos años, sólo se puede informar de zarandajas. El temor reverencial que causaba la Banda Presidencial ya no existe. Las facultades omnímodas que la legislación le confería a su portador han sido desperdiciadas por los mismos beneficiarios que acariciaban la idea de avasallar al contrario con la aprobación de sus gobernados. Se extinguió la legitimidad del poder.
El supuesto poder presidencial es sólo un espejismo de mala nota. Hasta ahora no se conoce el caso de un investido que haya hecho por construir una nación independiente, justa y generosa con los desvalidos. Sólo queda el ejercicio del odio y del miedo, acompañado de retintines y de ocurrencias para el olvido.
Aquellas promesas de combatir las mafias de producción y distribución de alimentos, las cofradías del transporte, de la estructura financiera y monetaria, de los jerarcas de los sistemas de salud, el combate contra las bandas delincuenciales, acabaron en el caño. Celebran dos años de palos de ciego y de hipocresías, de populismo demagógico de derecha.
Si no se le pone un alto, el país corre el riesgo de quedar hecho añicos
Una lista interminable de competencias y facultades han sido abandonadas en sólo dos años dentro de un marco de corrupción y de frivolidades sin límite para terminar destruyendo las bases de un sistema que acaso fue funcional para el control político de su tiempo.
Concesiones, contratos sin licitación, prebendas, recortes inconsultos, desincorporaciones y mecanismos reglamentarios se han usado sin decoro, a base de decretitos ñoños que han sido el blindaje de la inmolación institucional, del atentado contra la vida de la República, y de sus habitantes perplejos.
Y no es cierto que esto se pueda curar con remiendos burocráticos. Es una cosa más seria. El fondo es la carencia de lógica, de sensatez, de conocimientos sobre el gobierno adecuado. Casi todos están de acuerdo en que si no se le pone un alto, el país corre el riesgo de quedar hecho añicos.
¿O usted qué cree?
Índice Flamígero: Contrario a sus afirmaciones “gobernar es fácil” y, entre otras, la pandemia “nos vino como anillo al dedo”, el Presidente de la República reconoció este último fin de semana que el segundo año de su gobierno “no ha sido fácil”, pues ha tenido que enfrentar la pandemia de covid-19 y la crisis económica provocada por ésta, además de los conservadores opositores a su gestión.