Día de Muertos, ¿Por qué se Celebra?
Por Roxana Hebe Hernández
*Celebración Mexicana de ¡Cuán Finitos Somos! La Muerte, Es Parte de la Vida, y hay que Festejarla
Argonmexico / El Día de Muertos es una tradición mexicana de origen prehispánico. Los días de fiesta principales son el 1 y 2 de noviembre; sin embargo, los preparativos inician semanas antes, y es que la belleza y complejidad de esta celebración atrae la atención de todo el mundo.
Día de Muertos, Tradición en México. En 2008, la Unesco la Designó “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”. Hay que adentrarse en sus orígenes, y conocer los elementos que componen está entrañable fiesta mexicana.
Es un hecho: de la muerte nadie escapa. Sin embargo, pese al dolor que provoca, de nuestros pueblos indígenas hemos aprendido a percibirla como una etapa en la que debemos regocijarnos pues, como diría el escritor Mario Benedetti, “la muerte es solo un síntoma de que hubo vida”. Como prueba de esto, los mexicanos tenemos el festejo conocido como “Día de Muertos”.
Esta celebración se origina en la época prehispánica; cuando muchas etnias mesoamericanas rendían culto a la muerte. Entre ellas estaba la Mexica, cuyos dioses encargados de definir el destino de las ánimas eran Mictecacíhuatl y Mictlantecuhtli. Ambos, señores del Mictlán o “lugar de los muertos”. No obstante, para llegar aquí, las almas necesitaban lidiar y sortear una serie de obstáculos para poder conseguir el descanso eterno.
Según el Códice Florentino: el Mictlán estaba dividido conforme a la manera de morir. Por ejemplo, a la Tonatiúh Ichán –casa del sol–, entraban aquellos guerreros que habían muerto en el campo de batalla. Otro sitio era el Cincalco, casa del dios Tonacatecutli. A este iban quienes murieron siendo infantes, pues al ser tan jóvenes se les consideraba inocentes.
Sin embargo, para que las almas iniciaran el trayecto, los vivos se encargaban de acompañarlos en la distancia por medio de un ritual que iniciaba con la muerte de algún ser cercano. El deceso se anunciaba con gritos y llantos emitidos por las ancianas de la comunidad. Después se amortajaba al difunto junto con todos sus objetos personales. Posteriormente, el bulto o cuerpo era simbólicamente alimentado con los manjares más exquisitos.
Después de cuatro días, el cuerpo era llevado a enterrar o cremar. A partir de ese momento, el alma emprendía el difícil trayecto. Luego, cada año durante cuatro años, se realizaban ostentosas ceremonias en el lugar donde se encontraban las cenizas o el cuerpo del difunto. Así, este complejo ritual no solo ayudaba a que las almas descansaran, sino también a facilitar el proceso de duelo de los familiares.
Con la llegada de la población europea, este ritual sufrió un proceso de aculturación. La fiesta del dios del inframundo se unió junto con la celebración de los difuntos, y se reinventó el proceso hasta ser concebido como lo conocemos ahora.