¿A Dónde va Nuestro Dinero?
argonmexico.com/ Para abrir boca, sería interesante conocer el destino del dinero, propiedades, automóviles, e imagino que dentro de las casas de delincuencia organizada incautadas habrán encontrado: joyería, esculturas, pinturas y objetos con valor comercial y utilitario. ¿Qué se ha hecho con esos bienes? que supuestamente pasan a formar parte, como los impuestos, de los recursos con que se realizan obras y gastos que el país requiere. No hemos escuchado nada al respecto.
Germán Dehesa, el columnista del Reforma que López Obrador ya les prohibió a sus partidarios leer –entre otros- dice que “ni un peso más de impuestos”, ya me encuentro apuntada entre sus seguidores. Además, escucho múltiples noticias de los dispendios. Les he comentado algunos que son para sublevar al más pacífico.
Del que me enteré hoy es menor, como éste pasa constantemente. En Durango rentan para el Instituto de Cultura del Estado, una casita de $100,000.00 pesitos mensuales, con alberca, jacuzzi, un gran jardín. Su titular, Juan Antonio de la Riva, dice que él no es el responsable, que son otros.
La alberca luce linda y transparente, el jardín lindo y recortado. El tarado que la dirige argumenta que no la usan, pero seguramente tiene un alto costo el mantenimiento; además de la costosa renta. Imaginen que en una de las recámaras, los escritorios rodean una tina con paisaje.
También encontramos el área de masajes, inútil en este caso, y me pregunto si lo correcto, incluso práctico e inteligente, no sería establecer las oficinas en un lugar adecuado en el que las instalaciones no rebasen las necesidades y sean menos costosas.
Otros gastitos: en la Ciudad de México se construye un helipuerto de la PGR en el Paseo de la Reforma. No se pudo averiguar ¿cuánto cuesta?, ni ¿para qué se necesita? A dos cuadras se construye el nuevo edificio del Senado, que en el 2007 se presupuestó en mil 600 millones de pesos. Van con evidente retraso, no sabemos lo que subirá su costo.
Y como dice Sergio Sarmiento en su artículo titulado Pagar y callar, a los que pagamos nos cuesta creer que los senadores merezcan ese lujo, además de lo costosísimo que nos sale mantenerlos.
Esto, más los 6 mil millones del IFE, los 3 mil millones de los partidos políticos, los 2 mil millones del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, una cantidad no cuantificada para 32 institutos electorales, y 32 tribunales locales, más los que gastan en costosos paseos sus titulares. No continúo la larga lista, pues no es justo que se vaya a poner verde como me estoy poniendo yo.
Estos gobernantes no necesitan más dinero, necesitan más vergüenza y ser administradores responsables de los recursos de la ciudadanía. No nos callaremos, únase a la protesta “ni un peso más”. Consigamos el correo electrónico de Hacienda, la Presidencia, los gobernadores, los presidentes municipales, el Congreso Federal, los locales, de los periódicos, los noticieros, las barras de opinión; organicemos una marcha, exijamos respeto a nuestra persona, nuestras familias, nuestro patrimonio, nuestro presente; para concretar un mejor futuro en el que tomemos las riendas de nuestro destino.
Ya no pido austeridad, pido coherencia, que no despilfarren, que no se permitan más pillos, aunque hasta eso parece que es mucho pedir. Es una mentira que allá en el lejano gobierno, a alguien le interesen los pobres, y menos se acuerdan de la clase media que es a la que le toca siempre la peor parte.
¡Ah sí!, los impuestos que ahora nos quieren encajar, van a ir derechito para reducir la pobreza ¿la de quién? Que nos expliquen a detalle, ¿cómo les harán llegar esos dineros? ¿Nos tocará algo en la repartición? Eso sí, los pobres también se caerán con su mochada para rellenar el boquete económico con su 2 por ciento del que sólo nos salvara el Congreso que, en vez de criticar y criticar, deberían ser propositivos positivos, valga la redundancia.
Por una vez que se pongan a trabajar para lo que se les paga, y aunque contiene delincuentes, tramposos, porros, chaqueteros sin ideología, desleales, ignorantes y convenencieros. Amén que vaya a omitir alguna otra “virtud” que encontremos entre los ocupantes de las curules.
Les pediría que lo que nos cuestan, lo desquiten por lo menos en un 65 por ciento -no se vayan a herniar- y recuerden que su trabajo es por y para el bien de los ciudadanos de está Republica Mexicana, en la que ellos también habitan, y sus hijos, y los hijos… de sus hijos.