Jueces ¿Justos?
argonmexico.com / En la realidad de los mexicanos, nunca sucede como en las películas que ganan los buenos, ni a los pobres se les hace justicia. En las cárceles hay cientos de historias ejemplo de ello, una frase escrita en una de sus paredes así lo demuestra: Aquí no se castiga el delito, se castiga la pobreza”. Y así se extiende la vida diaria.
Hace un tiempo, una Corte otorgó por segunda vez a Teléfonos de México el que continuara cobrando como larga distancia las llamadas entre poblados cercanos, lo cual ahorraría al usuario algún dinerito; pero eso no le importa a los justos jueces. Pensarán con alguna lógica muy personal, que a la empresota le harán falta esos ingresos, y el usuario que debe pagar.
Ahora leo que el 13 de enero, los grandes laboratorios farmacéuticos, dueños de las principales patentes de medicamentos, obtuvieron una victoria jurídica que dificultará a los productos genéricos, de menor costo, obtener el registro sanitario indispensable para su venta al público.
La postura derrotada en la Corte, impulsada por los fabricantes de genéricos, era que el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial sólo publicara patentes que protegen directamente una sustancia activa, no la patente de composición de cualquier medicamento que contenga la sustancia. El caso es que los grandes laboratorios lograron otros 20 añitos de monopolio y alto precio.
De está forma, aquí pierden las empresas pequeñas, y aún más el consumidor a quien costarán, a precios de espanto, las indispensables medicinas. Será que piensan que todos los mexicanos están protegidos por los excelentes servicios que otorga IMSS o ISSTE, los servicios de salud a cargo del gobierno. Ya ven que son un dechado de atención, servicio, pulcritud, y abundantes médicos especialistas, medicinas.
Entonces ¿de qué se tienen que preocupar los ciudadanos? Menos se preocupan los senadores, diputados, secretarios de Estado, gobernadores, y esos de la Suprema Corte de Justicia que indudablemente cuentan con un amplio seguro de gastos médicos que pagamos los contribuyentes, y con sus sueldotes, aguinaldotes -entre otros privilegios- no tendrán problema por falta de presupuesto.
Y hasta me imagino que los laboratorios más que agradecidos por el fallo a su favor, hasta les harán un descuentito, en caso de que necesiten algunas de las medicinas que fabrican. Me encantaría que me dieran sus justos argumentos para otorgarle el gane siempre a los más poderosos ¿usted que cree?
Otro hecho insólito es la tragedia de la guardería ABC. Sí las autoridades dejaron que los responsables se quedarán sin castigo, tenían como obligación apoyar ampliamente a las víctimas. Es vergonzoso que además del dolor por la pérdida de su hijo, o tener que verlo en el sufrimiento que provocan las largas recuperaciones que se sufre por quemaduras, tengan que mendigar la ayuda para salir adelante.
Incluso para estar en contacto con los niños que se atienden afuera del país, mientras reina la impunidad, la indiferencia; es verdaderamente indignante, y no hay por ahí un juez que hable por ellos. Soy repetitiva, pero no encuentro en el gobierno algo plausible. Las mayorías de este país son afectadas por estas decisiones unilaterales.
Por más que trato de entender, no encuentro en esas decisiones algo que favorezca a la ciudadanía, que, insisto, es a quien tienen la obligación de servir. Ya sé que predico en el desierto, pero callada no me voy a quedar.
Lorenzo Meyer, en su artículo del jueves 14: “puede que no, pero quizá sí” es la respuesta a la pregunta: ¿podrán nuestras débiles instituciones conducir por la vía pacífica y constructiva un agravio social creciente?…finaliza.
“En el México de hoy, se puede detectar la existencia de un sentimiento generalizado de agravio frente a los dirigentes políticos y económicos. Los responsables de la catástrofe económica, social y, finalmente moral del país, tienen rostro, nombre y apellido”.
La cuestión a dilucidar es saber si un entramado institucional tan débil y corrupto, como el nuestro, va a tener capacidad de conducir, por la vía pacífica y constructiva ese agravio. Ese sentido de injusticia, sobre todo cuando lo peor de la depresión económica realmente haya pasado. Esa es nuestra gran incógnita.
Y no es la única. Somos defraudados permanentemente, y lo último que necesitamos es que la inconformidad genere revueltas. Ha quedado demostrado que podemos realizar grandes cambios pacíficos. Desgraciadamente, estos cambios no han hecho grandes diferencias, las que requerimos, antes que nada la seguridad. Terminar con la violencia.
No existe desarrollo positivo en una sociedad que vive con miedo, ya los que han podido irse lo han hecho, asustados por la inseguridad. Así quisiéramos hacer muchos, pero no podemos, por supuesto que amo a mi país, sus montañas, praderas y flores; su comida, su cultura; pero como vivo asustada, cuidándome, ya no me detengo a mirar los paisajes, y hambre ya se me fue.
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