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Invicto el Caudillo Álvaro Obregón de la Revolución

Por Gabriela Licona

*Especialistas ofrecieron un panorama de la personalidad y del gobierno del líder sonorense, un maestro de la política

Argonmexico / “Un caudillo es un hombre que tiene la lealtad de sus soldados y que no está dispuesto a compartir el poder con nadie”, explicó la catedrática en el Instituto Mora Carmen Collado. Así fue Álvaro Obregón, personaje invicto de la Revolución, el hombre de armas más destacado del ejército constitucionalista.

Como parte del foro “El obregonismo en el México posrevolucionario” efectuado este miércoles 18 de julio en el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), la investigadora, acompañada del historiador Javier Mac Gregor Campuzano, ofreció un panorama de la personalidad y del gobierno del sonorense que fue presidente de la República entre 1920 y 1924.

“La experiencia de Obregón es la que le enseña que necesita tres cosas para acceder y mantener el poder: uno, es el apoyo del ejército, otro, el de los trabajadores, y el de los campesinos”.

Y es que de acuerdo con la doctora Carmen Collado, la Revolución le mostró que no era posible gobernar dejando de lado las demandas de los campesinos que estaban pidiendo tierras en distintas modalidades en el norte y centro-sur del país y las de los obreros, un grupo que demandaba mejores condiciones de trabajo, salarios y una serie de derechos.

La especialista en el estudio de la relación de los empresarios y el gobierno de Obregón, recalcó que el aprendizaje que tuvo a través de la guerra, hecho que lo hizo jugarse la vida, lo convirtió en un maestro de la política.

“Es parte de las características del personaje, saber esperar su momento y cuándo tiene que atacar, dividir a sus enemigos y negociar. Él va a demostrar una gran habilidad política”.

Recordó que en 1919, Álvaro Obregón se autoproclamó candidato y fue el segundo presidente después de Madero que hizo una campaña en la cual recorrió casi todo el país. La ambición de poder tan grande que tenía lo llevó a luchar con todo lo que significaba cederlo.

“El partido liberal constitucionalista lo apoyó, pero no tenía la fuerza que tenía la figura del caudillo, así que los seguidores se fueron más por el personaje que por el partido”.

Por su parte, Javier Mac Gregor Campuzano, profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) abordó la parte de la vida política de Obregón como candidato, presidente de la República y su pretensión reeleccionista entre 1927 y 1928. “Durante su gobierno se establecieron las bases sobre las cuales se desarrolló un nuevo Estado capitalista en nuestro país en un marco de mayor estabilidad política y social propiciadas en otras cosas por una profesionalización creciente del ejército, una normalización de las relaciones con Estados Unidos, la búsqueda de un nuevo equilibrio social en materia agraria y laboral y un debate político en la prensa, en el congreso y en el seno de las organizaciones en el que las más disímiles fuerzas se escuchaban y polemizaban entre sí”.

Para el académico, la imagen del caudillo como concentrador de los mecanismos del poder en una persona que ha destacado en la historiografía tradicional debe ser contrastada con la riqueza del debate intelectual de esos años.

Muestra de ello fue la creación de instituciones fundamentales como la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el movimiento artístico que lo acompañó, la variedad de las propuestas políticas y sociales y la utilización indiscriminada de los medios de coacción del estado para controlar las voces disidentes.

En la segunda parte de su intervención, Javier Mac Gregor Campuzano se refirió a la campaña electoral entre 1927 y 1928, que llevó a cabo Obregón para formalizar su intención del volverse a presentar como contendiente a la presidencia.

“Se puede dividir en dos grandes etapas, la primera, de marzo hasta octubre de 1927 en el que asesinan a los dos adversarios de Obregón y la segunda, de 1927 a 1928, en que Obregón va solo por la presidencia, continúa con su campaña electoral y gana”.

Sin embargo, ya como presidente electo, el 17 de julio de 1928, Álvaro Obregón fue asesinado en el restaurante “La Bombilla”, en San Ángel, por José de León Toral, fanático religioso, como parte de una conspiración de grupos católicos y conservadores.