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El Viejo Régimen no Acaba de Morir y lo Nuevo Está por Construirse, Diputado Alejandro Encinas R

Por José Luna y Jaime Arizmendi

*”Nunca más un 2 de octubre. Nunca más estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. 2 de octubre no se olvida. Es de lucha combativa. Que viva el Movimiento Estudiantil de 1968”, expresó Encinas Rodriguez.*Discurso pronunciado durante la sesión solemne de hoy por el aniversario del Movimiento Estudiantil  del 2 de Octubre de 1968 en el Congreso de la Ciudad de México, Primera Legislatura, presidida por José de Jesús Martín del Campo Castañeda

Argonmexico / “El día de hoy 2 de octubre de 2018, Día Internacional de la No Violencia, Aniversario del Natalicio de Mahatma Gandhi, conmemoramos los 50 años de uno de los sucesos más ominosos de nuestra historia, la masacre perpetrada por el Estado Mexicano contra el Movimiento Estudiantil de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, y sí, como lo dijo aquí mi compañero Jesús Martín del Campo, se trató de un crimen de Estado.

Ese día, la mañana del 2 de octubre de 1968, en la prensa nacional apareció un publicado, un desplegado que señalaba:  “México entero con Díaz Ordaz”, quien días antes había amenazado al Movimiento Estudiantil. Cito: “No queremos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario. Hasta donde estemos obligados a llegar llegaremos”; y cumplió la sentencia.

Para su gobierno existía una conjura comunista, un plan internacional de subversión concebido en La Habana y en Praga en el que participaban mexicanas y mexicanos de organizaciones políticas de izquierda como el Movimiento Liberación Nacional o el Partido Comunista Mexicano, entre otras.

La crisis inicio el 23 de julio, cuando tras un enfrentamiento entre alumnos de la Escuela Isaac Ochoterena y de la Vocacional 5 de la Ciudadela el cuerpo de granaderos reprimió brutalmente a los estudiantes, violencia que se escaló el 26 de julio al confluir la marcha de los estudiantes contra la represión de que fueron objeto con la manifestación de apoyo a la Revolución Cubana cuando la policía arremetió brutalmente contra ambas marchas, realizando las primeras detenciones de dirigentes políticos, sociales y de estudiantes en nuestro país.

Al día siguiente, el 27 de julio, Luis Echeverría, entonces Secretario de Gobernación, y Alfonso de Corona del Rosal, Regente del Departamento del Distrito Federal, atribuyeron los hechos a agitadores de ideología comunista que se proponían desprestigiar a México aprovechando la cercanía de los Juegos Olímpicos.

El gobierno no entendía que el Movimiento Estudiantil canalizaba la asfixia impuesta por un régimen autoritario que en las últimas décadas al cobijo de un crecimiento económico sostenido y una falsa estabilidad política impedía cualquier espacio de participación política al margen del aparato de control del Estado.

No entendía esos momentos políticos, en momentos en que las heridas derivadas de la cancelación del internado en el Instituto Politécnico Nacional en 1956, del aplastamiento a

la huelga ferrocarrilera del 59, de la represión al Movimiento Magisterial y al Movimiento Médico de los años 60 y del asesinato de Rubén Jaramillo y su familia en 1962, esas heridas continuaban abiertas.

El 13 de septiembre se realizó la Marcha del Silencio y se demandó el diálogo público, y aún y cuando el 14 de septiembre el Consejo Nacional de Huelga recibió un comunicado oficial del Gobierno Federal señalando que aceptaba el diálogo, la noche del día 18 el Ejército tomó Ciudad Universitaria y posteriormente el Casco de Santo Tomás. La represión aumentó y se generalizó en todo el país.

La mañana del 2 de octubre se celebró un encuentro entre los emisarios del Gobierno Federal y una representación de los estudiantes. El gobierno no aceptaba el diálogo público, y ante la eventualidad de romper las pláticas aceptaron consultar la propuesta con Díaz Ordaz. La respuesta del sátrapa fue contundente: la matanza en Tlatelolco.

El 3 de octubre la prensa oficial, con la honrosa distinción del periódico Excélsior de entonces,  ublicaba a ocho columnas: Recio combate al dispersar el Ejército un mitin de huelguistas. Tlatelolco, campo de batalla. Durante varias horas terroristas y soldados sostuvieron un recio combate. Falso.

Por eso a 50 años de estos sucesos vale la pena destacar algunos de los aspectos del contexto en que se desarrolló el movimiento estudiantil: Primero, tenemos qué asumir que este movimiento tuvo un carácter nacional, que no se circunscribió a la Ciudad de México, a la Universidad  nacional, al Instituto Politécnico Nacional o a la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, sino que involucró a otras instituciones de educación superior como la Escuela Nacional de Antropología, la Universidad de Guadalajara o la Escuela Hermanos Escobar, y que también involucró a universidades privadas como la Universidad Iberoamericana y la Universidad del Valle de México.

Tampoco se trató sólo de un movimiento estrictamente estudiantil. La movilización de los jóvenes del 68 permitió articular la inconformidad contra un régimen esmerado en sofocar cualquier tipo de oposición, sumando las demandas de libertad de presos políticos, democracia y libertad sindical, reparto de la tierra y las demandas de un creciente movimiento urbano en demanda de vivienda en momentos en que el país había dejado de ser predominantemente rural.

Este movimiento representó además la confluencia de jóvenes de todo el mundo, quienes en medio de la Guerra Fría dieron lugar a movimientos por la paz, a movimientos por poner fin a la Guerra de Vietnam y al colonialismo, y en defensa de la Revolución Cubana.

De manera especial este movimiento fue la rebelión de los jóvenes contra una sociedad autoritaria, contra la familia patriarcal, contra el despotismo en las escuelas y en las iglesias, una ruptura contra el orden establecido y la emergencia de una nueva cultura que buscaba libertades, en búsqueda de la paz, del amor libre, del feminismo, de la protección de la naturaleza, así como el surgimiento de nuevas formas de expresión artística.

El rock, en la música, proscrito por el gobierno y condenado por la iglesia, que consideraban que se trataba de música diabólica; en la literatura, con el movimiento de La onda; en el teatro, al desnudo, y en la pintura abstracta. Una ruptura contra un modelo que exaltaba el individualismo y el consumismo para buscar una nueva sociedad y edificar al hombre y a la mujer nuevos. Seamos realistas, alcancemos lo imposible, demandaban los jóvenes.

La represión sofocó al movimiento, los Juegos Olímpicos se celebraron, Díaz Ordaz asumió la responsabilidad por los sucesos, pero el país había cambiado. Prueba de ello es el resultado electoral del pasado 1° de julio, el cual cimbró a las viejas instituciones que durante décadas mantuvieron a la deriva al país, en un mar de violencia y corrupción, trayendo consigo aires frescos y de renovación.

La opción de cambio que se abre el día de hoy en nuestro país hay que asumirla, este triunfo de la izquierda encuentra sus raíces en el Movimiento Estudiantil de 1968. El viejo régimen, el del presidencialismo autoritario y el partido hegemónico, el de las alianzas pragmáticas, el del sistema de partidos que permitió la privatización de la riqueza nacional, ha sucumbido frente a un electorado harto de la descomposición de la política tradicional y de sus instituciones. Sin embargo y pese a los cambios logrados, el pliego petitorio de los estudiantes del 68 tiene una gran vigencia, las demandas de diálogo público ante la sordera de un gobierno que afortunadamente ya se va.

La libertad de presos políticos, como los muchos que hay por defender los recursos naturales y los derechos humanos en las cárceles del país; la derogación del delito de disolución social como hoy demandamos; la abrogación de la Ley de Seguridad Interior; la desaparición del cuerpo de granaderos, como hoy condenamos las agresiones de las policías estatales y municipales; las profundas violaciones a los derechos humanos por las fuerzas armadas; el respeto a los derechos y libertades; la indemnización a los afectados por la represión del 68 se extiende a decenas de miles de víctimas de la violencia resultado de la mal llamada guerra contra la delincuencia organizada.

Este diálogo, este pliego petitorio hoy se ha traducido en una oportunidad de cambio, un cambio que trasciende la alternancia política y que demanda la edificación de un nuevo régimen político que permita rescatar un país por todos. Sin embargo debemos señalar y reconocer que si bien la izquierda y las fuerzas progresistas ganamos las elecciones con un amplio y legítimo margen y que se ha construido una nueva mayoría, el viejo régimen sigue vivo; nos encontramos en un momento en que el viejo régimen no acaba de morir y lo nuevo está por construirse y que sin lugar a dudas esa construcción de lo nuevo enfrentará muchas resistencias.

Por eso no podemos permitirnos olvidar, no podemos permitirnos dejar atrás este pasado ignominioso que no queremos que se repita y menos aún en este Recinto, menos aún en esta Tribuna donde aún resuena el susurro del fantasma autoritario.

Recordemos las palabras de Gustavo Díaz Ordaz el 1º de septiembre de 1969 en esta Tribuna, y lo cito: “Asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año pasado. En lo esencial   destruimos las acechanzas, pero sabemos que estos fenómenos tienden a ser recurrentes, así pues nos mantendremos permanentemente alertas”. A lo que hizo eco inmediatamente su sucesor Luis Echeverría, quien en el marco de lo que él llamaba la apertura democrática, el 1º de septiembre en este Recinto y en esta Tribuna decía en 1974, refiriéndose a los jóvenes disidentes de aquel entonces. Para él, para Echeverría, estos jóvenes representábamos pequeños grupos de cobardes terroristas, desgraciadamente integrados por hombres y por mujeres muy jóvenes que en México tienen considerables semejanzas con grupos en estos días

en que estos actos están de moda en casi todo el mundo, actúan de un modo parecido. Jóvenes surgidos de hogares generalmente en proceso de disolución, creados en un ambiente de irresponsabilidad familiar, víctimas de la falta de coordinación entre padres y maestros, mayoritariamente niños que fueron de lento aprendizaje, adolescentes con un mayor grado de inadaptación en la generalidad, con inclinación precoz al uso de estupefacientes en sus grupos con una notable propensión a la promiscuidad sexual y con un alto grado de homosexualidad masculina y femenina, víctimas de la violencia que ven muchos programas de televisión. Eso éramos los jóvenes para Luis Echeverría y para este régimen que hoy sucumbe en 1974.

Sin embargo, pese a su miopía, el país cambió profundamente y me vienen las frases de muchos compañeros del 68, me viene a la memoria las palabras de Raúl Alvarez Garín referidos al 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, cuando decía ese día volvimos a nacer y supimos cómo íbamos a morir. Moriríamos luchando. Así lo hizo él.

También hoy cabe recordar a José Revueltas quien desde el Palacio Negro de Lecumberri en 1968 escribía: “Nuestra sentencia ya está decidida de antemano, no depende de nuestros delitos, nada tiene qué ver con los principios constitucionales, con el respeto a la democracia, la ley o el derecho; nada tiene que ver con la realidad aunque sus efectos son muy reales en los años de cárcel que a cada uno de nosotros le corresponda. Está decidida, porque en el cielo de nuestro destino político con el dedo de Dios se escribió y todos sabemos quiénes son ese Dios, quiénes

es ese Tlacatecuhtli sexenal que ata los vientos y desata tempestades -pero preguntaba

Revueltas-, ¿podrá ese Dios detener el tiempo de la historia?”

La respuesta hoy es muy clara. Ese Dios no pudo. No pudieron detener el tiempo de la historia. Al cumplirse 50 años del Movimiento Estudiantil de 1968 y de la brutal represión  en la Plaza de las Tres Culturas, el sueño y los ideales de los jóvenes estudiantes han derrotado al viejo Estado autoritario.

Nunca más un 2 de octubre. Nunca más estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. 2 de octubre no se olvida. Es de lucha combativa. Que viva el Movimiento Estudiantil de 1968”.