Crónicas

Nosotros

Por Jaime Contreras Salcedo

Argonmexico / En ocasión de que hoy, 18 de marzo, se celebra el primer centenario del diario Excélsior, permítaseme pergeñar algunas ideas, pues como se sabe, al lado de muchos, orgullosamente formamos parte de esta empresa editorial por más de 34 años; y ahí vivimos, sin duda alguna, tiempos de vacas gordas, y no tanto.

Esta entidad periodística, clave en la historia de México, celebra este aniversario 100 con poco más de una década de su nueva administración, y esto lo hace en lo alto. Pero también es justo y loable hacer un reconocimiento a todos y cada uno de los que hicimos posible de los años 80 y hasta el 2006 que saliera a la luz todos los días el, sí, Periódico de la Vida Nacional.

No tiene este comentario como fin denostar ni exaltar a nadie, solo señalar que junto a centenares de trabajadores de talleres, administración y redacción, somos en calidad de obreros de la tecla, parte de esa Historia, con mayúsculas.

Llegué al orgulloso Tecolote, curiosamente, el 8 de julio de 1981, es decir, un lustro exacto de la salida de Julio Scherer y, por ende, el mismo tiempo del empoderamiento de Regino Díaz Redondo de las oficinas, entonces, de Reforma 18.

Aún no existía la Esquina de la Información como tal, pero lo que sí había era una cooperativa que editaba cotidianamente, sin ambages, uno de los mejores diarios del país, y que representaba –y representa a la fecha- una visión editorial, y un ingreso digno para centenares de trabajadores, otrora cooperativistas y eventuales; además de una fuerte presencia en la vida de una nación siempre anhelante de información puntual.

Se ha dicho con ligereza que ese Excélsior, esas páginas, continentes y contenidos, eran sinónimo de oficialismo y, por ende, se le quita en automático cualquier signo de trabajo periodístico, de trascendencia, y si se fijan bien, hasta no pocos “líderes de opinión” se han dado el lujo de sentenciar que en el tiempo que nos ocupa virtualmente este diario y sus otras ediciones, no salieron a la calles capitalinas. No existieron.

Nos consta que esto no fue así.

Tanto en el plano editorial como en el informativo decenas de reporteros, fotógrafos, correctores, editorialistas, articulistas, columnistas, editores entregaban a nuestros compañeros y amigos de talleres, el tradicional “hueso” que pasando por todos los mecanismos operativos, traducidos en tinta y papel, hacían posible que desde la madrugada, diariamente, saliera Excélsior sin problemas ni cortapisas.

En el plano administrativo, cómo no, también constatamos cómo las compañeras y compañeros respectivos –lo mismo de Suscripciones, Cobranzas, Facturación, Publicidad y otros departamentos- luchaban hora por hora, día por día, para que tuviésemos en nuestras planas presencia constante de los anunciantes que nunca dejaron de creer en este cotidiano que ahora algunos tratan de soslayar. De olvidar.

Ahí, en ese cuarto de siglo en el que nos desempeñamos como reportero y columnista –y en el que pasamos de trabajadores eventuales a cooperativados-, también asistimos, atestiguamos y dimos constancia de la evolución del país, de nuestra sociedad, en todos los frentes, incluyendo desde luego el periodístico.

No es ocioso hoy, a la distancia, ponderar la pluma y labor de muchos compañeros y amigos que hicieron escuela en eso del periodismo nacional y que, en los hechos, ganábamos o perdíamos notas como el resto de los actores en el diarismo, y que también hacíamos Historia cada 24 horas, como está plasmado y se encuentra en las hemerotecas para consulta de quien así lo requiera.

Entrevistas exclusivas, reportajes nacionales y foráneos, fotografías y cobertura exhaustiva de diversos acontecimientos locales e internacionales se plasmaron sin problemas en nuestras ediciones y, derivado de ello, se obtuvieron premios domésticos y globales; así como por el desempeño de nuestros reporteros, reporteros gráficos y de diversos articulistas, columnistas, caricaturistas y editorialistas. Varios de esos galardones, vale enfatizar, no fueron oficiales ni loas del poder en turno.

Pero lo que sí ocurrió fue que la dirección no tuvo mucha visión de futuro y junto a su equipo se perdió al final del sexenio zedillista; al tiempo que jamás se preparó para el cambio en la administración del país, de priísta a panista; además de severos yerros administrativos con tufo de ilegalidades, no siempre documentadas ni denunciadas; sin soslayar una suerte de indiferencia de los cuadros intermedios de la entidad, que pensaban que los problemas se habrían de corregir por ensalmo o una acción divina. Nunca se dio eso.

Fue por ello que al yerro de no anticipar (o de querer tapar) el triunfo de Vicente Fox en el otoño del 2000, se sumó la incapacidad total de comunicación de los directivos encabezados por Díaz Redondo con los cooperativistas (soberbia y desdén como ejes torales). Esto y factores externos, hicieron que la lumbre de los problemas fiscales y de gestión les incendiara la cocina a estos personajes sin posibilidades de salida. Así de sencillo pareciera la explicación. Lo malo es que en este vendaval nos arrastraron a todos. Y a nuestras familias.

En tobogán sin freno ni rémoras que al menos apaciguaran la caída, allá van los centenares de cooperativados –jubilados y activos, con sus respectivos pasivos laborales- además de los trabajadores de la empresa editorial. Eran los albores del siglo XXI y nadie de los que estuvimos ahí, en honor a la verdad, supimos a cabalidad cómo encarar las dificultades y eventualmente solucionarlas.

Un detalle no menor conviene señalar: en ese mismo 2000, Regino Díaz acudió in extremis (soslayando y sin informarlo a la Cooperativa, por supuesto) al empresario Olegario Vázquez Raña para tratar de vender los activos del periódico –marcas, instalaciones e infraestructura- , lo que representó su caída y salida inmediata del diario. No fue sino hasta principios del 2006 cuando esto sucedió en los hechos.

Previamente, con mucha sangre, sudor y lágrimas, en momentos de verdadera heroicidad que enaltezco para todos y cada uno de mis compañeros de entonces, Excélsior y su edición vespertina, La Extra que así la denominábamos, salieron regularmente a las calles con información plena. Nunca las dejamos morir. Nunca.

Por asamblea, el 23 de enero del 2006, a menos de dos meses de cumplir 89, los socios cooperativistas determinaron por mayoría absoluta vender los señalados activos a Vázquez Raña; y tras 60 días ya en calidad de empleados, no se nos renovó el contrato a reporteros ni editorialistas, así como a buena parte del personal de administración y talleres.

Casi un mes después del despido, el 17 de abril de ese mismo año, ingresé como reportero de radio a Imagen Informativa y en agosto se nos ordenó a todos los trabajadores de esa entidad electrónica unirnos a Excélsior que ya para entonces tenía sus propios reporteros, editores, articulistas y columnistas. Había que trabajar con ellos.

De esos tiempos y hasta finales de 2015, laboré para ambas entidades, a los que se sumaron en 2007 Cadena 3 y para septiembre de 2013, Excélsior Televisión, bajo el concepto de reportero multimedia. También ahí tuve la oportunidad de desarrollar más mi carrera periodística, con pros y contras, como todo en la vida.

Precisamente el 30 de noviembre del 2015 culminó mi ciclo en Excélsior.

Agradecido de la vida, de mis compañeros y amigos del Periódico de la Vida Nacional, solo resta añadir que Excélsior se merece una larga vida y qué bueno que cumpla sus primeros 100.

Hace solo unas horas tuve la oportunidad de ver una fotografía en donde estaban algunos de mis compañeros y amigos que trabajaron para el departamento de Talleres. Eso me da la oportunidad de evocar a los que ya se fueron y agradecer sus enseñanzas, como las de todos los que alguna vez he reencontrado en las calles, en los centros laborales, en las reuniones familiares.

Por ello, aún con la idea de que se me escaparán algunos nombres de seres queridos, evoco hoy a Alejandro Ortiz Reza, Alejandro Iñigo, Luis de Cervantes, Carlos Cantón, Federico Ortiz, Fernando Aranzábal padre, Aurora Berdejo, Mónica Martin, Alfredo Ramos, Manuel Campos Díaz y Sánchez, Jesús Manuel Lozano, José Manuel Nava y Carlos A. Medina, entre otros. Ya están en el cielo de los reporteros plenos.

También, por supuesto, se han adelantado amigos queridos en Administración y Talleres. Un reconocimiento a ellos, sus familias y seres queridos.

Ahora, saludo y abrazo a los que estuvieron. Saludo y abrazo a los que siguen. Insistimos: larga vida a Excélsior, el Periódico de la Vida Nacional.

Gracias pues por todo.