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Enriqueta Camarillo, Mexicana Nominada al Nobel de Literatura

Argonmexico / Tengo en la punta de la boca –mejor dicho en las yemas de los dedos con los que escribo- varías críticas a los políticos, esos empleados nuestros no deberían ser tema para ocuparnos, si hicieran bien su trabajo.

Solo por hoy como los propósitos de los alcohólicos guardaré mis críticas que ya hay muchos hablando en los medios de las inmensas pifias de unos y otros, lo sobresaliente sería encontrar quien lo hace bien –debe haber- pero como no dan qué decir no conocemos sus eficaces trabajos. Todo este preámbulo para decirles que hoy encontré un mejor tema para ocupar este espacio y es que en uno de los suplementos del periódico Reforma leí un artículo de Francisco Morales sobre nuestra mexicana nominada para el Premio Nobel de Literatura, lo cual yo ignoraba; busque más información y aquí les comunico una pequeña semblanza.

Su nombre Enriqueta Camarillo y Roa, nació en Coatepec el 19 de enero de 1872,  sus primeros años transcurrieron en su ciudad natal, donde disfrutaba de la vida del campo, lo cual plasmo en un libro con esas maravillosas memorias de su infancia. A los seis años ya escribía y dibujaba, talentos heredados: de su madre: el talento literario, de su padre una verdadera pasión por la música.
A los siete años se trasladó con su familia a la capital del país, en 1887 ingresó en el Conservatorio Nacional para cursar la carrera de pianista; en 1895 ya daba conciertos, audiciones, clases de música y compuso algunas piezas musicales, aunque siempre prefirió dedicarse a la escritura. Ya en 1894 había entrado al mundo literario bajo el seudónimo de Iván Moszkowski, con el que publica sus dos primeros poemas. Al año siguiente empezaría a ser conocida para las letras hispánicas como María Enriqueta, única figura femenina reconocida como escritora por sus contemporáneos, en pleno auge del Modernismo hispanoamericano.

     El 7 de mayo de 1898, en pleno auge del Porfirito, se casó con el historiador Carlos Pereyra. Sus

primeros años de casados los vivieron en la capital del país y durante ellos María Enriqueta publicó

sus primeros libros que contenían poemas que la hicieron famosa.
Carlos Pereyra ingresó al servicio diplomático mexicano en 1910, como encargado de negocios de

México en la República de Cuba. A partir de esta fecha, la escritora y su esposo radicaron en el

extranjero, básicamente Europa  -Madrid, Bruselas, Lisboa, Lausana-.

A principios de 1912, elaboró

una serie de libros de lectura para las escuelas primarias, a la que tituló Rosas de la infancia. Publicada

en 1914, esta colección fue implantada por la Secretaría de Educación Pública como libro de texto para

todas las escuelas primarias del país; varias generaciones de mexicanos se acercaron a la literatura en

sus páginas, para todos ellos el nombre de María Enriqueta es inolvidable.
En 1913, don Carlos Pereyra fue nombrado Embajador de México en Bélgica y Holanda con

residencia en Bruselas. Debido a la Revolución en México y al estallido de la Primera Guerra Mundial,

el matrimonio tuvo que abandonar Bélgica., se dirigieron a Suiza y posteriormente se  establecieron en

España.

En Madrid, escribió y publicó la mayor parte de sus obras: varias novelas, una de las cuales, El

secreto, ganó un premio (en Francia) en 1922, como la mejor novela extranjera; un volumen de

memorias, varios de poesía y  cuentos para niños.

Algunos de sus publicaciones llevan ilustraciones realzadas por ella. María Enriqueta fue, en su

época, una de las escritoras mexicanas más leídas en muchos países. Sus libros se tradujeron al francés,

al portugués y al italiano. Única etre los escritores, críticos y literatos de su época –todos hombres

obtuvo comentarios elogiosos de Alfonso Reyes, Ramón López Velarde, José López Portillo y Rojas,

Genaro Estrada y Carlos González Peña.
Después de la muerte de su esposo, en 1942, María Enriqueta volvió a México en 1948. En

Veracruz, la esperaba una multitud, y en su Coatepec nativo la recibieron con una inmensa alegría y

con una gran fiesta popular.

A pesar de estas muestras de cariño, prefirió instalarse en la Ciudad de México en una casa ubicada

En Jaime Torres Bodet –antes calle de Ciprés- en la colonia Santa María la Ribera. Allí murió, enferma,

ciega y sola, en el año de 1968, a los noventa y seis años. Pero, todavía hoy sigue siendo recordada

con mucho cariño por todos aquellos que aprendieron a leer con sus Rosas de la Infancia y por sus

paisanos coatepecanos, a quienes les dedicó su poema Coatepec.

Su poesía original comprende los título Las consecuencias de un sueño (1902), Rumora de mi huerto

(1908), Álbum sentimental (1926), Recordando dulcemente (1946) y Hojas dispersas (1950). En 1990

se reeditaron, en un solo volumen, Rumores de mi huerto y Rincones románticos.

En Coatepec, la ciudad que nació se encuentra un Museo que lleva su nombre y durante este año

que se cumplen 50 años de su muerte se le han hecho múltiples homenajes y lecturas de su excelentes

creaciones literarias.

Para cerrar les copie uno de sus poemas:

Novelas

Mirlitón

El secreto

Enigma y símbolo

Entre el polvo de un castillo

Girón de mundo

El arca de colores

El consejo del búho

Lo irremediable

– El maestro Floriani

El misterio de su muerte

Sorpresas de la vida

Del tapiz de mi vida

 

Relatos

Rosas de infancia

Nueva

Abre el libro en la página que reza: /’Donde se ve que Amor sólo es tristeza’,/y con tu voz de oro
que tiene sortilegios peregrinos, /¡ahuyenta, como pájaro canoro, /la sombra de esa frase, con tus trinos!… /Porque es tu voz tan dulce y lisonjera, /que si dices que Amor tiene dolores, /el dolor se resuelve en primavera, /y todas sus espinas echan flores… /¡Deja escapar tu voz, oh, dueño mío!,/ y haz de esa frase triste sólo un canto: /tú puedes, con las lágrimas y el llanto, /hacer notas y perlas de rocío. /Es tu voz el crisol en que se funde /la invencible tristeza; / tan pronto como empieza /su acento a levantarse, luz de aurora /en el viento sus ráfagas difunde, /y en los abismos el dolor se hunde… /¡Es tu palabra eterna triunfadora! /Abre ya el tomo, y con tu voz suave, /destruye ese sofisma peregrino. /Seremos, mientras hablas, tú, cual ave, /y yo, como viajero absorto y grave
¡que se para a escucharte en el camino!…